Empecemos por el final: tras más de seis meses de preparación, inseguridades, lesiones, idas y vueltas... ¡corrí mi primer maratón!
Escribo estas líneas casi un mes después de la carrera. Durante medio año el maratón había ocupado gran parte de mis pensamientos. Necesitaba tomar un poco de distancia antes de sentarme a escribir sobre la experiencia.
La idea de preparar un maratón había surgido el año pasado, luego de correr mi segundo circuito de 21 kilómetros. No me planteé el desafío como algo dramático, sino como el paso lógico luego de haber corrido varias carreras de 10 km. y dos de 21 km. en un proceso que había nacido dos años antes, en 2014. Más que como algo épico, el maratón se asomó como un objetivo natural dentro del proceso. No estaba seguro de poder lograrlo, pero quería intentarlo. Si en el camino me daba cuenta de que resultaba demasiado, tendría que sentarme a repensar el entrenamiento y ajustar mis objetivos. Nada me obligaba a seguir hasta el final.
Hola planchas, mucho gusto
Tras averiguar cuál era la preparación necesaria para una carrera de 42 kilómetros, me enteré de que no contaba con los requisitos que hacen falta para este tipo de eventos. Es decir, no estaba corriendo la distancia mínima semanal que varias fuentes aconsejaban como base, ni tenía fortaleza física en abdominales, glúteos, espalda, etc. En consecuencia, el primer paso fue calmar un poco la ansiedad y asumir que debía arrancar desde un escalón más abajo. Primero tendría que buscar un tipo de entrenamiento que me llevara de manera gradual hasta un nivel que sería el punto cero como para entrenar de manera responsable. Estaba por debajo de lo mínimo. El desafío y las limitaciones eran claras.Luego de varios días de bucear en los distintos sistemas de entrenamiento (como punto de partida usé la tabla comparativa en Fellrnr) decidí prepararme siguiendo los principios de Jay Johnson. En general, me gustó el modo en el que trabaja este entrenador. Además, Jay comparte mucha información online (tanto a través de su sitio web como en su podcast). En un principio pensé en usar su libro para maratón, pero luego la publicación se atrasó en salir a la venta, así que tuve que reconstruir sus principios de entrenamiento a partir de los datos que Jay hace públicos. Así, el ciclo empezó más de seis meses antes de la carrera, con ocho semanas de trotes y fortalecimiento general.
Lecciones
La etapa siguiente fue de 22 semanas en las que seguí lo mejor que pude la forma de trabajo que propone Jay Johnson. El nivel de exigencia fue incrementándose muy de a poco. Semana tras semana se sumaban ejercicios o se modificaban las rutinas. Aprendí que no se trata de ir cada vez más rápido o cada vez más lejos y que tampoco tenía que correr siempre igual, sino que cada salida debía tener un objetivo específico. Y que si, al terminar el ejercicio, cumplía el objetivo del día, podía volver a casa contento independientemente de la distancia o el tiempo que le hubiera dedicado a esa sesión en particular. También aprendí (y lo fui notando de manera muy concreta en mi cuerpo) que si quiero mantenerme sano debo hacer ejercicios de fortalecimiento; que no son un lujo ni un detalle, algo "extra" al entrenamiento, sino que forman parte de él. Aprendí también a correr "por sensación". Esto es, a mantener mi atención más lejos del reloj y más conectada con cómo me estoy sintiendo, para ir ajustando en función de mis sensaciones. Aprendí que es importante hacer una salida larga por semana (un "fondo" en la jerga runner argenta) y a separar los días en fáciles y difíciles, con un día difícil semanal (además del día del fondo).El ciclo terminó. Corrí los 42 km. Me hubiera gustado hacerlo en menos tiempo, estar más fuerte y correr con más agilidad. Sin embargo, ahí están los datos: corrí 42 kilómetros sin parar, un objetivo que hace dos años era doblemente impensable. Por una lado, porque no me parecía atractivo como objetivo. Por otra parte, porque no era algo realista. Y, otra vez, sin embargo, ahí está: corrí 42 kilómetros.
Lo que quedó
La experiencia me deja un par de cosas. La primera enseñanza me llegó, valga la paradoja, como un brutal golpe al ego: no tengo idea de hasta dónde puedo llegar. Podría, claro, seguir haciéndome el tonto y decir "no puedo", como si no hubiera corrido esos 42 km., pero eso sería de una hipocresía mayúscula. ¿Con qué cara digo "no puedo" ante un contratiempo ahora que tengo la medalla colgada en el ropero? No, ya no es tan fácil. ¿Cuáles son los fundamentos que me permiten asumir que las cosas deben funcionar bien desde el arranque? Qué gesto más arrogante que el de pensar que uno es tan genio que todo le va a salir bien de una.Ahora me cuesta más bajar los brazos ante una dificultad. Con mucha frecuencia las cosas me salen mal, o no salen como las había planeado: preparo una ensalada nueva y queda insípida; escribo un texto y al leerlo me encuentro con que es mediocre; organizo una actividad que me parece genial y ninguno de mis amigos tiene interés... Antes me resultaba más fácil renunciar ante estos contratiempos. Si la ensalada no quedaba bien, admitía que no había sido una buena idea y me preparaba otra cosa; mi texto mediocre era una prueba de que soy un escritor berreta y que quizás deba poner mi energía en otro lado; si mis amigos no demostraban interés en una actividad sería porque la actividad no era interesante. Ahora ya no es tan sencillo tener esa actitud sin sentir que estoy actuando como un psicópata, como alguien disociado de la realidad que construye un mundo paralelo a fuerza de mentiras. Porque si para algo sirve la medalla del Maratón de Buenos Aires colgada en el ropero es como prueba de que muchas cosas que a primera vista me parecen imposibles, pueden no serlo.
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| Nigel Holmes tradujo las ideas de Dweck al lenguaje visual |
Dos textos que me ayudaron mucho en este recorrido: el libro Mindset, de Carol Dweck y el paper Grit: Perseverance and Passion for Long-Term Goals, de A. Duckworth y C. Peterson.
No corrí 42 km porque sea un dotado, ni por tener una gran fortaleza o estado físico. De hecho, carezco de esas tres cualidades. El primer maratón está ahí porque no me rendí por el camino, porque seguí entrenando con lluvia y con frío, pero sobre todo porque seguí poniéndole energía incluso en esos días en que me despertaba pensando que no sirvo para nada, que nunca había sido deportista y que nunca lo sería, que ya estoy viejo para estos trotes, que mejor me dejo de joder, que quién me manda, que qué necesidad hay, que el tiempo de correr le quita tiempo a mi pareja/trabajo/familia/younameit. Aun en esos días, salí a correr. Aún en esos días hice las planchas y los balanceos de piernas y las zancadas. Y el resultado está ahí, en forma de medalla que cuelga del ropero. Explícito, tangible, casi violento: corrí 42 kilómetros. 42 kilómetros que nunca habría podido correr si le hubiera hecho caso al agorero sentido común que tantas veces y con tan diversos motivos me sugirió que dejara de intentarlo.
Gracias por leer. Si estas líneas te motivan, dejá tu opinión acá abajo. También me podés ubicar en twitter @pablospringernu. Hasta la próxima.

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