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| Entrega de remeras por talle |
Otro detalle que me gustó fue que el día de la carrera había personal que pasaba periódicamente para limpiar los baños químicos del sector de largada. Además, a lo largo de todo el recorrido, el circuito me resultó seguro. Más allá de las motos con fotógrafos y las ambulancias, no había vehículos entre l@s corredor@s, y l@s participantes estuvimos protegid@s de posibles intrusiones de automovilistas despistad@s.
La largada: más desprolija que mi escritorio
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| Si tenías blanco, rosa o azul, todo bien. Si no... |
Un par de días antes de la carrera, al retirar la remera, el dorsal y el chip que te permite conocer tu ritmo de carrera, me entregaron una pulsera de color. Para ordenar la largada, l@s organizador@s usaron un código de colores según el ritmo al que un@ pensaba que correría.
Si el sistema estuviera bien implementado y l@s participantes lo respetaran, cada un@ largaría junto con l@s que corren a velocidades parecidas y se evitarían los empujones. En teoría suena divino. En la práctica, funcionó a medias. Para empezar, porque el corral de largada tenía accesos diferenciales por color. Así, l@s de pulsera blanca entraban por un lugar, más atrás l@s de cinta rosa, luego l@s de azul, y luego... ¿Y luego? Luego nada. Solo había accesos organizados para l@s atletas más veloces. De ahí para atrás fue un "arreglate como puedas". Hubo bastante desconcierto. Quienes tenían pulseras amarillas, rojas, violetas y doradas iban de un lado para el otro sin saber por dónde acceder al corral. Para complicar más las cosas, un guardia de seguridad en el acceso azul impedía entrar a quienes tenían pulseras de ese color, bajo el argumento de que como faltaban solo diez minutos para la largada, la entrada ya estaba cerrada. Hubo insultos, forcejeos y alguna que otra trompada voladora.
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| Dentro del corral: camión, colectivo y falta de accesos por color |
La carrera
Mucha gente. No, no. Mucha de verdad. Desde que largaron quienes estaban adelante de todo (l@s afortunad@s de la pulserita blanca) hasta que crucé la línea de partida transcurrieron más de nueve minutos. Atrapado en la masa que esperaba detrás del arco de largada ("No estás atrapado en la masa. Sos parte de ella. Hacete cargo", dice una vocecita interior), avancé a paso lento hasta que pude llegar al punto que marcaba el inicio de los 21 kilómetros de competencia. Atrás, la fila continuaba. A diferencia de otras carreras, esta es particularmente masiva. Me imagino que si tenés fobia a las multitudes hay mejores lugares para pasar un domingo a la mañana.
El recorrido fue similar al del año pasado. Se sale de Palermo y se va hacia el centro. Disfruté mucho pasear por el obelisco, la Plaza de Mayo y subir a la autopista Illia para volver hacia Palermo.
Al llegar al kilómetro 17, dentro del túnel que pasa por debajo de la Avenida Lugones a la altura de la Av. Casares, me topé con un auto blanco incrustado contra la pared; tenía el parabrisas destrozado. Detrás, un patrullero estacionado. Entre ambos autos, dos varones sentados en el piso con cara de "la idea no era terminar así el sábado". "Te dije que no te distrajeras con los fotógrafos" les gritó un vivo que corría a mi lado. A los pibes del auto arruinado no pareció hacerles mucha gracia la chanza.
La llegada
¡Llegamos! Ah, no, no, pará. Ese arco es el de un auspiciante. 100 metros más adelante: ¡ahora sí, por fín! Uy, no, ese otro arco era de otro sponsor. La escena se repitió una y otra vez. Hubo casi media docena de falsos arcos de llegada. No solo confundían a l@s corredor@s, sino que algunos de ellos eran más angostos que la avenida. Si venías medio desprevenid@ te los podías llevar por delante. Una vez cruzado el verdadero arco de llegada, todo fluyó. Había gente de la organización que te instaba a no quedarte parad@, hubo reparto de agua, bananas y bebidas deportivas. Además, había mucha gente para retirar los chips del calzado y darte la medalla. Otro detalle que a much@s les habrá gustado: las medallas de quienes llegaban entre l@s primer@s eran distintas.Tras salir del sector de llegada, me encontré con unos amigos, me estiré un poco y volví a casa. Estaba cansado y con hambre. La mañana estaba soleada y fresca, ideal para andar en bici. Disfruté el viaje de regreso tanto como la carrera. Al llegar me bañe, tomé un vaso de licuado y comí un poco de pescado con un nuevo trozo de batata. La dosis diaria de actividad física estaba cumplida. Era hora de poner el cuerpo en otras tareas.
Despedida
Así pasó el medio maratón de Buenos Aires. ¿Vos lo corriste? ¿Cómo te fue? ¿Te estresa participar de este tipo de eventos? ¿Te gustaría ir, pero no te animás? Me encantaría conocer tu experiencia. Por favor, compartila aquí abajo como comentario.¿Tenés críticas, comentarios o sugerencias sobre el contenido de esta, o cualquier otra nota del blog?No dejes de contactarte, ya sea por aquí o en twitter, donde me encontrás como @pablospringernu. Allí también publico experiencias propias y ajenas. Sea por allí, por acá o en ambos sitios, será hasta la próxima.



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