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martes, 1 de noviembre de 2016

Corrí 42 km (o Alguien grita en el ropero)


Empecemos por el final: tras más de seis meses de preparación, inseguridades, lesiones, idas y vueltas... ¡corrí mi primer maratón!
Escribo estas líneas casi un mes después de la carrera. Durante medio año el maratón había ocupado gran parte de mis pensamientos. Necesitaba tomar un poco de distancia antes de sentarme a escribir sobre la experiencia.

La idea de preparar un maratón había surgido el año pasado, luego de correr mi segundo circuito de 21 kilómetros. No me planteé el desafío como algo dramático, sino como el paso lógico luego de haber corrido varias carreras de 10 km. y dos de 21 km. en un proceso que había nacido dos años antes, en 2014. Más que como algo épico, el maratón se asomó como un objetivo natural dentro del proceso. No estaba seguro de poder lograrlo, pero quería intentarlo. Si en el camino me daba cuenta de que resultaba demasiado, tendría que sentarme a repensar el entrenamiento y ajustar mis objetivos. Nada me obligaba a seguir hasta el final.

Hola planchas, mucho gusto

Tras averiguar cuál era la preparación necesaria para una carrera de 42 kilómetros, me enteré de que no contaba con los requisitos que hacen falta para este tipo de eventos. Es decir, no estaba corriendo la distancia mínima semanal que varias fuentes aconsejaban como base, ni tenía fortaleza física en abdominales, glúteos, espalda, etc. En consecuencia, el primer paso fue calmar un poco la ansiedad y asumir que debía arrancar desde un escalón más abajo. Primero tendría que buscar un tipo de entrenamiento que me llevara de manera gradual hasta un nivel que sería el punto cero como para entrenar de manera responsable. Estaba por debajo de lo mínimo. El desafío y las limitaciones eran claras.

Luego de varios días de bucear en los distintos sistemas de entrenamiento (como punto de partida usé la tabla comparativa en Fellrnr) decidí prepararme siguiendo los principios de Jay Johnson. En general, me gustó el modo en el que trabaja este entrenador. Además, Jay comparte mucha información online (tanto a través de su sitio web como en su podcast). En un principio pensé en usar su libro para maratón, pero luego la publicación se atrasó en salir a la venta, así que tuve que reconstruir sus principios de entrenamiento a partir de los datos que Jay hace públicos. Así, el ciclo empezó más de seis meses antes de la carrera, con ocho semanas de trotes y fortalecimiento general.

Lecciones

La etapa siguiente fue de 22 semanas en las que seguí lo mejor que pude la forma de trabajo que propone Jay Johnson. El nivel de exigencia fue incrementándose muy de a poco. Semana tras semana se sumaban ejercicios o se modificaban las rutinas. Aprendí que no se trata de ir cada vez más rápido o cada vez más lejos y que tampoco tenía que correr siempre igual, sino que cada salida debía tener un objetivo específico. Y que si, al terminar el ejercicio, cumplía el objetivo del día, podía volver a casa contento independientemente de la distancia o el tiempo que le hubiera dedicado a esa sesión en particular. También aprendí (y lo fui notando de manera muy concreta en mi cuerpo) que si quiero mantenerme sano debo hacer ejercicios de fortalecimiento; que no son un lujo ni un detalle, algo "extra" al entrenamiento, sino que forman parte de él. Aprendí también a correr "por sensación". Esto es, a mantener mi atención más lejos del reloj y más conectada con cómo me estoy sintiendo, para ir ajustando en función de mis sensaciones. Aprendí que es importante hacer una salida larga por semana (un "fondo" en la jerga runner argenta) y a separar los días en fáciles y difíciles, con un día difícil semanal (además del día del fondo).

El ciclo terminó. Corrí los 42 km. Me hubiera gustado hacerlo en menos tiempo, estar más fuerte y correr con más agilidad. Sin embargo, ahí están los datos: corrí 42 kilómetros sin parar, un objetivo que hace dos años era doblemente impensable. Por una lado, porque no me parecía atractivo como objetivo. Por otra parte, porque no era algo realista. Y, otra vez, sin embargo, ahí está: corrí 42 kilómetros.

Lo que quedó

La experiencia me deja un par de cosas. La primera enseñanza me llegó, valga la paradoja, como un brutal golpe al ego: no tengo idea de hasta dónde puedo llegar. Podría, claro, seguir haciéndome el tonto y decir "no puedo", como si no hubiera corrido esos 42 km., pero eso sería de una hipocresía mayúscula. ¿Con qué cara digo "no puedo" ante un contratiempo ahora que tengo la medalla colgada en el ropero? No, ya no es tan fácil. ¿Cuáles son los fundamentos que me permiten asumir que las cosas deben funcionar bien desde el arranque? Qué gesto más arrogante que el de pensar que uno es tan genio que todo le va a salir bien de una.
Ahora me cuesta más bajar los brazos ante una dificultad. Con mucha frecuencia las cosas me salen mal, o no salen como las había planeado: preparo una ensalada nueva y queda insípida; escribo un texto y al leerlo me encuentro con que es mediocre; organizo una actividad que me parece genial y ninguno de mis amigos tiene interés... Antes me resultaba más fácil renunciar ante estos contratiempos. Si la ensalada no quedaba bien, admitía que no había sido una buena idea y me preparaba otra cosa; mi texto mediocre era una prueba de que soy un escritor berreta y que quizás deba poner mi energía en otro lado; si mis amigos no demostraban interés en una actividad sería porque la actividad no era interesante. Ahora ya no es tan sencillo tener esa actitud sin sentir que estoy actuando como un psicópata, como alguien disociado de la realidad que construye un mundo paralelo a fuerza de mentiras. Porque si para algo sirve la medalla del Maratón de Buenos Aires colgada en el ropero es como prueba de que muchas cosas que a primera vista me parecen imposibles, pueden no serlo.

Nigel Holmes tradujo las ideas de Dweck al lenguaje visual
Ahora no me puedo hacer el idiota. Asumo que las cosas no me van a salir bien desde un principio y pienso en qué voy a hacer cuando me dé la cabeza contra la pared la próxima vez. Admito que si quiero progresar tengo que salir de mi elemento, de ese lugar en el que todo me sale bien porque lo domino. Si quiero mejorar, tengo que ponerme en una posición nueva e incómoda, y estar dispuesto a fallar y a aprender de esos errores. Tengo que poder recibir y procesar críticas, y con ellas ajustar mis prácticas, pulirlas.

Dos textos que me ayudaron mucho en este recorrido: el libro Mindset, de Carol Dweck y el paper Grit: Perseverance and Passion for Long-Term Goals, de A. Duckworth y C. Peterson.

No corrí 42 km porque sea un dotado, ni por tener una gran fortaleza o estado físico. De hecho, carezco de esas tres cualidades. El primer maratón está ahí porque no me rendí por el camino, porque seguí entrenando con lluvia y con frío, pero sobre todo porque seguí poniéndole energía incluso en esos días en que me despertaba pensando que no sirvo para nada, que nunca había sido deportista y que nunca lo sería, que ya estoy viejo para estos trotes, que mejor me dejo de joder, que quién me manda, que qué necesidad hay, que el tiempo de correr le quita tiempo a mi pareja/trabajo/familia/younameit. Aun en esos días, salí a correr. Aún en esos días hice las planchas y los balanceos de piernas y las zancadas. Y el resultado está ahí, en forma de medalla que cuelga del ropero. Explícito, tangible, casi violento: corrí 42 kilómetros. 42 kilómetros que nunca habría podido correr si le hubiera hecho caso al agorero sentido común que tantas veces y con tan diversos motivos me sugirió que dejara de intentarlo.

Gracias por leer. Si estas líneas te motivan, dejá tu opinión acá abajo. También me podés ubicar en twitter @pablospringernu. Hasta la próxima.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Medio Maratón de Buenos Aires

La noche previa a esta carrera dormí como el orto. Ansiedad, restos de jet lag por un viaje reciente al otro lado del mundo, estrés... Motivos no me faltaban. Apagué el despertador a las 4:50, diez minutos antes de que sonara. Había decidido usar la competencia como ensayo general de lo que será mi primer maratón (¡sólo falta un mes!). Iría al ritmo que quiero hacer durante la segunda mitad de mis primeros 42 km. Las comidas de antes, durante y después de este medio maratón también serían como si la carrera fuera un maratón completo. La noche anterior dejé listo el licuado que suelo usar en los fondos, el chaleco de hidratación, el desayuno ya cocinado (tiritas de pollo con especias tandoori salteado en aceite de coco y un pedazo de batata hervida), la remera con el dorsal puesto y el chip en la zapatilla.

Entrega de remeras por talle
Creo que la organización del Medio maratón de Buenos Aires fue exitosa en ciertos detalles que suelen ser ignorados en otros eventos parecidos. La remera, por ejemplo, era de excelente calidad. No solo era muy buena, sino que antes de retirarla podías probarte el talle para estar segur@ de que te estabas llevando algo con lo que estuvieras conforme. Además, la entrega de remeras estaba organizada por talle. Fui a retirarla el jueves por la tarde y no tuve que esperar. El hecho de que se pudiera ir a buscar el material en distintos días y durante una generosa franja horaria, seguramente contribuyó a que no se hicieran largas filas.

Otro detalle que me gustó fue que el día de la carrera había personal que pasaba periódicamente para limpiar los baños químicos del sector de largada. Además, a lo largo de todo el recorrido, el circuito me resultó seguro. Más allá de las motos con fotógrafos y las ambulancias, no había vehículos entre l@s corredor@s, y l@s participantes estuvimos protegid@s de posibles intrusiones de automovilistas despistad@s.

La largada: más desprolija que mi escritorio

Si tenías blanco, rosa o azul, todo bien. Si no...
Un par de días antes de la carrera, al retirar la remera, el dorsal y el chip que te permite conocer tu ritmo de carrera, me entregaron una pulsera de color. Para ordenar la largada, l@s organizador@s usaron un código de colores según el ritmo al que un@ pensaba que correría.

Si el sistema estuviera bien implementado y l@s participantes lo respetaran, cada un@ largaría junto con l@s que corren a velocidades parecidas y se evitarían los empujones. En teoría suena divino. En la práctica, funcionó a medias. Para empezar, porque el corral de largada tenía accesos diferenciales por color. Así, l@s de pulsera blanca entraban por un lugar, más atrás l@s de cinta rosa, luego l@s de azul, y luego... ¿Y luego? Luego nada. Solo había accesos organizados para l@s atletas más veloces. De ahí para atrás fue un "arreglate como puedas". Hubo bastante desconcierto. Quienes tenían pulseras amarillas, rojas, violetas y doradas iban de un lado para el otro sin saber por dónde acceder al corral. Para complicar más las cosas, un guardia de seguridad en el acceso azul impedía entrar a quienes tenían pulseras de ese color, bajo el argumento de que como faltaban solo diez minutos para la largada, la entrada ya estaba cerrada. Hubo insultos, forcejeos y alguna que otra trompada voladora.
Dentro del corral: camión, colectivo y falta de accesos por color
Mientras tanto, algo más atrás, entre autos y camiones mal estacionados, una masa compacta de gente buscaba accesos alternativos. En general, l@s participantes tomaron esta falta de organización con mucha calma y buena onda. A medida que iban entrando al corral desde el fondo, cada un@ se ubicó donde pudo. Así terminaron en la práctica las buenas intenciones del código de colores.


La carrera 

Mucha gente. No, no. Mucha de verdad. Desde que largaron quienes estaban adelante de todo (l@s afortunad@s de la pulserita blanca) hasta que crucé la línea de partida transcurrieron más de nueve minutos. Atrapado en la masa que esperaba detrás del arco de largada ("No estás atrapado en la masa. Sos parte de ella. Hacete cargo", dice una vocecita interior), avancé a paso lento hasta que pude llegar al punto que marcaba el inicio de los 21 kilómetros de competencia. Atrás, la fila continuaba. A diferencia de otras carreras, esta es particularmente masiva. Me imagino que si tenés fobia a las multitudes hay mejores lugares para pasar un domingo a la mañana. 

El recorrido fue similar al del año pasado. Se sale de Palermo y se va hacia el centro. Disfruté mucho pasear por el obelisco, la Plaza de Mayo y subir a la autopista Illia para volver hacia Palermo.

Al llegar al kilómetro 17, dentro del túnel que pasa por debajo de la Avenida Lugones a la altura de la Av. Casares, me topé con un auto blanco incrustado contra la pared; tenía el parabrisas destrozado. Detrás, un patrullero estacionado. Entre ambos autos, dos varones sentados en el piso con cara de "la idea no era terminar así el sábado". "Te dije que no te distrajeras con los fotógrafos" les gritó un vivo que corría a mi lado. A los pibes del auto arruinado no pareció hacerles mucha gracia la chanza. 

La llegada

¡Llegamos! Ah, no, no, pará. Ese arco es el de un auspiciante. 100 metros más adelante: ¡ahora sí, por fín! Uy, no, ese otro arco era de otro sponsor. La escena se repitió una y otra vez. Hubo casi media docena de falsos arcos de llegada. No solo confundían a l@s corredor@s, sino que algunos de ellos eran más angostos que la avenida. Si venías medio desprevenid@ te los podías llevar por delante. Una vez cruzado el verdadero arco de llegada, todo fluyó. Había gente de la organización que te instaba a no quedarte parad@, hubo reparto de agua, bananas y bebidas deportivas. Además, había mucha gente para retirar los chips del calzado y darte la medalla. Otro detalle que a much@s les habrá gustado: las medallas de quienes llegaban entre l@s primer@s eran distintas.

Tras salir del sector de llegada, me encontré con unos amigos, me estiré un poco y volví a casa. Estaba cansado y con hambre. La mañana estaba soleada y fresca, ideal para andar en bici. Disfruté el viaje de regreso tanto como la carrera. Al llegar me bañe, tomé un vaso de licuado y comí un poco de pescado con un nuevo trozo de batata. La dosis diaria de actividad física estaba cumplida. Era hora de poner el cuerpo en otras tareas.

Despedida

Así pasó el medio maratón de Buenos Aires. ¿Vos lo corriste? ¿Cómo te fue? ¿Te estresa participar de este tipo de eventos? ¿Te gustaría ir, pero no te animás? Me encantaría conocer tu experiencia. Por favor, compartila aquí abajo como comentario.
¿Tenés críticas, comentarios o sugerencias sobre el contenido de esta, o cualquier otra nota del blog?No dejes de contactarte, ya sea por aquí o en twitter, donde me encontrás como @pablospringernu. Allí también publico experiencias propias y ajenas. Sea por allí, por acá o en ambos sitios, será hasta la próxima. 

lunes, 15 de agosto de 2016

Preparando el Maratón de Bs As

Altra Torin, zapas planas a prueba durante los días livianos
El entrenamiento para correr mi primer maratón sigue en marcha. Al momento de publicar esta entrada, faltan 54 días de trabajo.
Desde la entrada anterior, quizás los cambios más importantes hayan sido que corrí por primera vez 30 kilómetros (en la Buenos Aires Sur) y que estoy visitando regularmente a una nutricionista que me ayuda a comer de una manera más eficiente. Con su asesoramiento, sigo perdiendo los kilos que tengo de más. Aún con algo de sobrepeso, logré llegar a niveles que me parecían imposibles y estoy saliendo de la "zonas de riesgo" en la que permanecí durante unos cuantos años marcados por el sobrepeso y el sedentarismo.
Con poco tiempo para el blog, acá va sin filtro mi última entrada del diario de entrenamiento. Fue una sesión bastante exigente, con resultados muy buenos. Quedé agotado. No creo que sea para hacer todos los fines de semana, sino quizás una vez por mes.

Tipo de entrenamiento
Fondo de 29 km c/ progresión: 1 km easy + 17 km steady + 10 km on + 1 km easy.

Desayuno
2 horas antes de correr. Palometa al horno c/ sal y un poquito de mostaza, 1 rodaja de batata hervida.
20 minutos antes de correr: 1 banana chica, un par de cucharadas soperas de granola casera.

Comida y bebida durante el entrenamiento
Banana, maca, chía y... a batirrrr!
Licuado de 3 bananas medianas, 2 cucharadas soperas de chía molida y otras 2 de maca, 3 cucharadas soperas de azúcar de mascabo, 1 pomelo rosado grande, agua hasta completar 600 cm3. Además, 1,25 litros de agua en la espalda.
En la sesión de fortalecimiento tomé un licuado hecho con un pomelo rosado, jengibre, agua, stevia y hielo. Tenía mucha sed.

Fortalecimiento
2 x (50’’ planchas laterales + plancha boca arriba + superman)
2 x (20 clams por lado + 8 leg raises pie neutral + 8 pie hacia afuera + 8 pie hacia adentro + 20 donkey kicks por lado + 20 fire hydrant por lado + 10 sentadillas a una pierna en silla c/ brazos estirados adelante por lado)
4 x (15 bíceps martillo + 10 vuelos frontales + 10 vuelos laterales)
2 x (8 bíceps martillo c/ más peso + 12 tríceps a dos brazos por encima de la cabeza)
2 x (5 bíceps martillo c/ más peso aun + 8 tríceps a dos brazos c/ más peso)

Movilidad
10 rotaciones de rodilla hacia adelante en 4 patas + 10 hacia atrás por lado
10 rotaciones de rodilla hacia adelante parado + 10 hacia atrás por lado
10 balanceos laterales de piernas por lado
10 balanceos frontales de piernas por lado
10 balanceos frontales rápidos c/ rodilla flexionada por lado

Estiramientos y rodillo
Me estiré con el cinturón. Me pasé el rodillo por gemelos, sóleo y un poco de banda iliotibial. La iliotibial duele mal.

Comentarios
Por segunda semana consecutiva, el licuado me resultó demasiado dulce. Creo que debo bajar la cantidad de azúcar de mascabo a 3 cucharadas al ras, y ver cómo me siento.
Analógico y digital
No sé si fue porque estoy por enfermarme o por el estrés, pero claramente me sentí con poca energía durante toda la sesión. Los 17 km steady me costaron. No tenía las piernas cansadas ni me faltaba el aire, pero era difícil mantener el ritmo. No llevé la sesión pregrabada en el reloj, sino que iba pasando los segmentos a mano. Para steady me propuse ir a 150 pulsaciones por minuto, que veo que es un nivel de esfuerzo con el que me siento bien y que puedo mantener en el tiempo. Durante los km de steady empecé a pensar que con la poca energía que tenía, seguramente no era buena idea tirarme a hacer 10 km en on (la progresión anterior había hecho 4 km a ese nivel de esfuerzo). De todos modos, si bien nunca sentí que recuperaba la energía, al llegar a los 17 km steady (18 acumulados) decidí intentar pasar a on (160 pulsaciones por minuto), con la idea de que si no llegaba a hacer 10 km, siempre podía volver a bajar a steady cuando quisiera. Terminé haciendo los 10 km en on. Me costó mucho, en especial los últimos 3 km. Luego cerré con 1 km easy. Terminé muy cansado. Durante la sesión de fortalecimiento se asomaron algunos calambres que luego desaparecieron (¿por haber tomado más líquido durante la sesión?) y no interfirieron con la rutina.

Lesiones o molestias
Llevo varios días durmiendo mal por estrés. Hoy y ayer a la mañana me levanté con molestias en la garganta y un poco de mocos. Siento que estoy combatiendo un resfrío incipiente.
El desgarro abdominal se siente (lesión de grado 1 en la unión de los oblicuos con el recto), pero parece estar curándose. Empecé a ponerme hielo. Como consecuencia de la lesión sigo sin poder hacer la rutina Core X, ni las planchas boca abajo, ni flexiones de brazos, ni tríceps en silla.

Por favor, dejá tus comentarios, críticas, dudas, etc. acá abajo. También me encontrás en twitter.
Gracias y hasta la próxima.

lunes, 20 de junio de 2016

¿Demasiada información?

Mea culpa, mea culpa. Hace mucho que no escribo y todavía no publiqué la prometida nota sobre la visita a la nutricionista. Un viaje de laburo me sacó de la rutina y el ideal de publicar una entrada por semana terminó en un cajón. Pero, ey!, hola, ya estoy de regreso. Y así como me las llevé a Chile, las ganas de escribir volvieron conmigo. Reprogramar y empezar de nuevo, de eso se trata. Además, el atraso en la escritura tiene su lado positivo: esta semana será la quinta visita a la profesional de la nutrición, así que ya no tengo una foto de esa experiencia, sino más bien una (breve) secuencia. De todas maneras, hoy quiero escribir sobre otra cuestión.

El entrenamiento para mi primer maratón sigue progresando y ya no estoy solo en el proyecto: se sumó un amigo querido y eso me llena de emoción. Estoy entrenando en bloques de dos semanas, metiendo pequeños cambios cada quince días. Mi plan original de usar como guía el libro de Jay Johnson no pudo ser. La publicación del libro está demorada y tuve que recurrir a otras fuentes como guía de entrenamiento. Precisamente de eso se trata la entrada de hoy: de las fuentes de información.

Llegué al running gracias a un amigo. Él se había enganchado un par de años antes con esto de correr y me convenció de intentarlo. Con su apoyo di los primeros pasos. Después de un año empecé a querer mejorar y ahí fue cuando las cosas se complicaron. Al buscar en internet quedé mareado por la enorme cantidad de información: que hay que comer esto, que no hay que tomar lo otro, que hay que estirarse antes de correr, que estirarse es malo y te podés lesionar, que tenés que correr apoyando las puntas de los pies, que tenés que correr descalz@, que si no entrenás un mínimo de X veces por semana estás perdiendo el tiempo... Era imposible seguir todos los consejos.

Luego de un par de experimentos fallidos que no sirvieron para nada y, por suerte, no me lesionaron, empecé a aplicar ciertos filtros (a propósito, si alguna vez pasaste por el Cementerio de Chacarita y viste a uno que iba saltando en puntas de pie, era yo). Estas son las maneras que encontré de tamizar la información que circula por sitios web y redes sociales:

  1. El primer filtro fue descartar aquellos consejos que recomendaban hacer algo (pisar así o asá, hacer tal o cual ejercicio, etc.) que cambiaría mi estado físico en muy poco tiempo. Aprendí que los cambios son lentos, graduales. Que hay que tener paciencia. 
  2. El segundo filtro fue buscar información destinada a personas que tienen un estado físico parecido al mío. O sea, todos los consejos del tipo "Esta corredora regrossa que termina maratones en dos horas y media hace este ejercicio. Hacelo y correrás tan rápido como ella." Si yo voy lento como una babosa y jamás en mi vida corrí un maratón, probablemente el ejercicio que hace esta corredora no sea lo que yo esté necesitando en este momento. Este filtro implicó comerme un poco el ego y aceptar dónde estoy. Puede ser un shock, claro, porque en una de esas te das cuenta de que no te estabas entrenando sobre la base de tu estado actual, sino sobre un ideal (sobre la idea de cómo te gustaría estar, sobre el recuerdo de cómo estabas en tu mejor momento, sobre las expectativas que creés que tienen tus amig@s, etc.) que tiene poco que ver con la realidad.  
  3. Por más exitosas que fueran, quedaron también descartadas las sugerencias que no encajan con mi forma de vida. Por ejemplo, "según un estudio realizado en Italia por investigadores de la Universidad Della Pindonga, comer carne vacuna todos los días, fortalece tus músculos, mejora tu rendimiento y prolonga tu vida de atleta". No me importa lo fabuloso que sea el sistema propuesto. Si bien no soy vegetariano, no como carne vacuna más que un par de veces al mes y no estaría dispuesto a obligarme a un cambio tan radical. Igual que con el punto anterior, esto requiere una buena dosis de autocrítica: si en mi mundo ideal yo como carne día por medio, pensar en clavarme un bife de chorizo todos los días suena como algo realizable. Pero más allá de ese mundo ideal, lo que vale es el mundo real. Si en mi mundo real como carne dos veces al mes, probablemente no sea realista proponerme comer carne todos los días. 
  4. El cuarto filtro que apliqué fue dejar afuera los consejos muy específicos que vienen de fuentes no expertas. Si alguien dice que hacer tal ejercicio es fabuloso, lo primero que me pregunto es quién es ese alguien y cuál es la plataforma donde se publica la información. Que yo te recomiende hacer un ejercicio equis porque a mí me funcionó de maravillas, no tiene más valor que el de una anécdota cualquiera. No soy entrenador y no hay ninguna garantía de que lo que yo hago te sirva a vos. Me interesa escuchar lo que le pasa a otra gente, pero cuando tengo que elegir cómo entrenar o cómo alimentarme, escucho a l@s expert@s. 
¿Cómo hacés vos para informarte? ¿Seguís a alguien en twitter? ¿Hay algún libro/podcast/sitio que te haya ayudado? Si tenés ganas, contá tu experiencia acá abajo. A propósito, unas semanas atrás me sumé al mundo de twitter. Hasta la próxima.

lunes, 9 de mayo de 2016

Entrenamiento. Semanas de fortalecimiento 7 y 8

Llegó el final. Tras ocho semanas, ayer terminé el programa de fortalecimiento de Jay Johnson y quería contarte cómo me fue. Sin dudas, el trabajo se nota y mi estado físico actual es distinto de lo que era cuando empecé. Desde afuera casi no hay cambios: sigo teniendo panza y mis reservas de grasa son suficientes como para hacer varias rondas de tortas fritas. Pero me siento diferente: estoy más fuerte y más estable. Lo noto en cosas cotidianas, como cuando subo escaleras, camino o viajo en subte o en tren. Mi cuerpo está más "armado" y, cuando el vagón se sacude, no pierdo el equilibrio. También se siente al correr: no voy cayéndome sobre mis piernas. Antes, al correr sentía que llevaba a cuestas un peso muerto que se iba desmoronando a cada paso, sobre mis pies. Ahora, en ese espacio indefinido que va desde las rodillas hasta los hombros parece que hubiera músculos trabajando. Ojo, digo que parece, eh. Si trabajan o no, no tengo idea.

La progresión de ejercicios de Jay Johnson es lenta y está organizada en bloques de dos semanas. No me resultó fácil, pero tampoco fue imposible avanzar de la primera etapa a la segunda, de allí a la tercera y luego a esta última. 


Una cosa interesante que aprendí durante estas ocho semanas es por qué hay que hacer ejercicios de fortalecimiento. Me enteré de que cuando corrés de manera regular, mejorás tu capacidad aeróbica. Es decir, sentís que tenés más aire y te cansás menos. Ya había aprendido que al correr se genera una sensación de placer: te sentís bien y te dan ganas de seguir corriendo, o de volver a correr al día siguiente. Pero ahora pude agregar un dato más: correr no fortalece ni un poco tus músculos. Para eso se necesita hacer otro tipo de actividad física. Ahí es cuando entran en juego los programas de fortalecimiento.

Según dijo hace unos días el Dr Iñigo San Millán en una entrevista (en inglés) para el podcast Run to the Top, el exceso de entrenamiento es algo muy común entre quienes corremos de manera no profesional. San Millán sostiene que algo típico de nosotr@s es que, a diferencia de l@s profesionales, salimos a correr como loc@s cada vez, pues partimos de la falsa creencia de que hay que sufrir, hay que cansarse y tiene que doler. ¡Qué gross@s que somos! Bueno, parece que no es así. Y que si hacés eso, lo más probable es que termines rot@, con una lesión que te haga abandonar todo. En suma, que hay que fortalecerse. 

Próximos pasos

Ahora que terminé con este ciclo, empecé a ir al gimnasio. ¡Caradura!, dirás. ¡Después de todo lo que despotricaste contra el gym! Bueno, chic@s, la vida es así. ¿O acaso un@ no puede cambiar de opinión? Es más, no solo arranqué con el gym, sino que consulté a una nutricionista, para saber cuántas tandas de churros se pueden hacer con la grasa que me sobra. El resultado lo tendré en un par de días. Te lo cuento el próximo domingo. Hasta entonces.

Entretanto, por favor dejá tus dudas, comentarios o críticas acá abajo. ¡Gracias!


sábado, 30 de abril de 2016

¡Odio el gimnasio!

Hace un par de semanas, a raíz de la entrevista con Daniel Veggetti, Diego L dejó un comentario que empieza así: Me mató el hecho de ir al gimnasio, a tanto no llega mi pasión por el running. Me sentí muy identificado con esas palabras, porque a mí tampoco me gustan los gimnasios. Admiro la dedicación de quien logra sentirse motivad@ para ir de manera regular. 

Música, tele, multiestímulos
Para mí, los gimnasios de la ciudad tienen varias contras que me hacen pensar dos veces antes de inscribirme: te piden pago anual adelantado o por débito automático, son caros, tengo que ir y volver hasta y desde el gimnasio, tengo que estar esperando para que se libere la máquina que quiero usar, etc. Además, ¡me aburro! Hace unos días estuve probando uno por el centro y encontré otra cosa que no me gusta: música a todo volumen y televisores. ¿Cómo puede uno concentrarse en hacer equilibrio en el bosu mientras el sonido ambiente te impulsa a bailar, las bajas frecuencias de los parlantes te hacen vibrar las entrañas y tenés una pantalla gigante que te tira "Caos de tránsito" mientras te muestra escenas de gente agarrándose a piñas por un corte de calles? Decididamente creo que el gimnasio requiere una gran dosis de motivación. 

Luego de un año de no hacer otro ejercicio que no fuera correr, aprendí que si quiero seguir moviéndome por el resto de mi vida (porque esa es la idea, chic@s, vamos) tengo que prestar atención a otras cosas: mi alimentación, mi sueño y... mi fortalecimiento. Cuando me enteré de esto último, me encontré ante un callejón sin salida. Yo al gimnasio no vuelvo, pensé. Así que me puse a leer si realmente era necesario hacer ejercicios de fortalecimiento. Y... sí, es necesario.  

¿Cómo puedo hacer para fortalecerme sin tener que ir a un gimnasio? Buscando un poco encontré varias alternativas que me resultaron más atractivas. Me encantan porque son gratis, las puedo hacer en casa o en el lugar al que voy a correr y me dieron muy buenos resultados. Te las paso por si te sirven:

Rutina de 7 minutos

En qué consiste
Se trata de una rutina de 12 ejercicios, que se hacen durante 30 segundos, con 10 segundos de descanso entre ejercicio y ejercicio. Cada ronda te lleva algo más de 7 minutos (los freaks de la exactitud dirán que no son 7 minutos, sino 7:20, pero para el caso es lo mismo: lleva muy poco tiempo). No necesitás más que el piso, una pared y una silla. Hice esta rutina durante aproximadamente un año y medio. 
3 de los 4 elementos que ves acá hacen falta para fortalecerte

Cómo me fue
Me da un poco de vergüenza contarlo, pero la primera vez pensé "esto es una boludez, voy a hacer el circuito tres veces en vez de una sola". Fue un error. No solo no pude terminar la rutina, sino que después me dolió todo el cuerpo por varios días. Volví a intentarlo haciendo dos veces el circuito. También fue demasiado. Por último, decidí tragarme el ego y hacer el circuito una vez sola, tres veces por semana. Fue una buena manera de darme cuenta de que mi estado físico real era mucho peor de lo que yo creía. O sea, sirvió para dejar de perder el tiempo buscando ejercicios para superhéroes y tomar conciencia de mis limitaciones. También me sirvió para generar el hábito de hacer ejercicio. La hacía en casa. Pegué en la pared un gráfico que me ayudaba a ver cuál era el ejercicio siguiente de la serie y fui probando distintas apps (¡hay un montón!) hasta que encontré una que me gustara. Con el gráfico en la pared y la app que me marcaba los tiempos, todo resultaba muy fácil. Los ejercicios eran demandantes, pero el nivel de exigencia era realista. Así, tenía muy pocas excusas para no moverme. Todo contribuyó a que siguiera haciendo esta rutina de forma regular. Luego de un par de meses empecé a sentirme más fuerte. Al salir a correr, notaba cómo se activaban músculos (en el culo, los hombros y la cintura) que jamás había sentido antes.

Recursos útiles
Desde que el New York Times publicó un artículo sobre el tema, esta rutina se hizo muy popular. Hay videos explicativos, gráficos y apps que te ayudan. 

Mi propia rutina de fortalecimento

En qué consiste
Luego de casi dos años de hacer la rutina de 7 minutos, ya había incorporado el hábito, me sentía mucho más fuerte que al empezar y podía hacerla dos veces seguidas. Así surgió la necesidad de tunear un poco la rutina, para que fuera más exigente y me mantuviera motivado. Lo que empecé a hacer fue buscar ejercicios para fortalecer las partes del cuerpo que tengo más débiles (abdominales, oblicuos, cuádriceps, culo y un largo etc.). Internet es una fuente inagotable de videos con ejercicios explicados.


Cómo me fue
Al principio fue complicado, porque (¡de nuevo!) me enganchaba con ejercicios que se veían muy atractivos, pero que eran demasiado exigentes para mí. Un ejemplo de esto es la rutina H, que si bien al principio me pareció genial, luego tuve que descartar pues me di cuenta de que estaba muy por encima de mi nivel. Armar tu propia rutina es trabajoso y requiere de mucha honestidad con un@ mism@. No se trata de mostrarle al mundo lo gross@ que sos, sino de poder hacer los ejercicios que estás necesitando, de manera constante. Si lo lográs, está buenísimo.

Recursos útiles
Acá youtube te va a dar una mano.


Rutina de fortalecimento de Jay Johnson

En qué consiste
Es una rutina que dura ocho semanas. Se organiza en bloques de dos semanas. En cada segmento los ejercicios se van poniendo más difíciles. Los cambios son graduales y la secuencia sigue una lógica. Los ejercicios trabajan dos cuestiones fundamentales: movilidad articular y fortalecimiento del tronco (tronco es una manera genérica de llamar a una enorme cantidad de músculos repartidos entre tu pecho y la parte de arriba de tus piernas).


Cómo me fue
Podés leer mi experiencia con la rutina en una serie de posts, desde las semanas 1 y 2, pasando por las 3 y 45 y 6, y el próximo finde publicaré qué pasó en las semanas 7 y 8.

Recursos útiles
El blog de Jay Johnson.

La gente de Control Run haciendo entrenamiento funcional
Fortalecimiento en grupo
En qué consiste
Hay grupos de entrenamiento que dedican un par de días a la semana a hacer ejercicios que te fortalecen y mejoran tu flexibilidad.

Recursos útiles
Una simple búsqueda en internet te va a permitir conocer cuáles son los grupos de entrenamiento en tu ciudad. Podés contactarlos y consultar con ellos si hacen ejercicios de fortalecimiento general (también lo podés ver como "entrenamiento funcional").

¿Cuándo los tengo que hacer?
Yo pensaba que lo mejor era hacer los ejercicios de fortalecimiento un día que estuviera descansado. Estaba equivocado. Hay que ejercitarse los mismos días que vas a correr, después de haber corrido. Las primeras semanas me parecía raro eso de hacer ejercicios de fortalecimiento en ese momento, porque creía que, al estar cansado después de correr, iba a rendir mucho menos que si hacía los ejercicios al día siguiente. La explicación que dan los expertos es la siguiente: en conjunto, tu entrenamiento tiene que ser coherente. Esto implica que necesitás días de ejercicio y días de descanso. Si te ponés a hacer ejercicios de fortalecimiento en tus días de descanso, esos días dejan de ser de descanso y aumentás tus posibilidades de lastimarte. O sea, aunque te parezca que rindas menos, hacé tus ejercicios de fortalecimiento (sea gimnasio, rutina de 7 minutos, tu propia rutina, la de Jay Johnson o con un grupo) los mismos días en que corrés, luego de correr. 

Gracias por leer. Si tenés dudas o comentarios, por favor dejalos al pie de este post. Hasta la semana que viene.


domingo, 24 de abril de 2016

Entrenamiento. Semanas de fortalecimiento 5 y 6

Como mi objetivo es correr mi primer maratón en octubre de este año y mi estado físico dista de ser óptimo, estoy haciendo el programa de fortalecimiento de Jay Johnson como para ponerme en condiciones, una vez que lo termine, de empezar a entrenar para el maratón. En otras entradas podés ver cómo me fue en las primeras dos semanas y en las dos siguientes. Acá va un resumen de cómo me fue durante los últimos quince días.

Glamour 0 - Pies mojados 2
Cuando estaba empezando a acostumbrarme a correr en la oscuridad previa al amanecer, llegó el agua. Durante estos catorce días tuve varias madrugadas de entrenamiento con el piso mojado o, directamente, bajo la lluvia. Me costó más dejar la casa con esas condiciones. Más de una vez, tras bajar los tres pisos por escalera y enfrentar la calle, me dieron ganas de pegar media vuelta y volver a la cama. No sin esfuerzo, me aguanté el impulso y salí igual.

El primer cambio en la progresión de estas semanas es que las planchas se ponen más demandantes. ¿Qué son las planchas? Simples y exigentes, las planchas (también se las llama rutina Pedestal) son un ejercicio fabuloso para fortalecer tu tronco. En este programa de fortalecimiento, están presentes desde el comienzo. Con cada nuevo paso, Jay Johnson (mi entrenador favorito) incorpora alguna variante que las hace progresivamente más difíciles. Ahora, en los días fáciles hay que aguantar 40 segundos en cada posición, y en los difíciles hay que hacer cinco elevaciones de piernas por posición.

Otra modificación respecto de las semanas anteriores es que en los días difíciles en vez de hacer la rutina Myrtl hacés la rutina Cannonball. Me gustó el cambio, porque esta última rutina tiene ejercicios que no había hecho nunca y que son divertidos. Claro, al principio siempre está el miedo de quedar como un ridículo ante las miradas de la gente que te ve moviéndote como si fueras una babosa a la que le dio un ataque de epilepsia (así es como creo que me veo cuando hago los escorpiones), pero después decidí concentrarme más en los ejercicios y no preocuparme tanto por como se verían para el que pase por ahí. Además, mientras escribía estas líneas me enteré de que desde hace un par de años Jay Johnson no recomienda más los escorpiones, para cuidar la espalda.

Otra novedad de este período es que incorporé caminatas en los días posteriores a días difíciles. Es decir, que si un día hago un entrenamiento difícil (por ejemplo, un fondo con cambios de velocidad), al día siguiente camino de manera enérgica durante una hora.

Ayer, entre los comentarios al pie de la entrevista a Daniel Veggetti, alguien me pedía más detalles sobre las rutinas que estoy haciendo. Acá va, como muestra de día difícil, lo que hice hoy. Salí de casa, caminé una cuadra hasta el Parque Los Andes y, sin más vueltas, empecé:
  • Calentamiento: matriz de zancadas y balanceos de piernas 
  • Corrí 70 minutos, organizados así: 10 minutos tranqui (si lo comparás con un coche, sería ir en primera marcha) + 30 constantes (puse segunda) + 20 más rápido (metí tercera) + 10 tranqui (volví a primera)
  • Fortalecimiento: ni bien terminé de correr, hice el primer circuito de piernas (4 ejercicios) + las planchas con cinco elevaciones de pierna por posición + la rutina Cannonball (sin los escorpiones ni las "iron cross"). Estas dos partes están juntas en un mismo video del canal de Youtube de Jay Johnson
  • Flexibilidad: por último, los estiramientos con cinturón que muestra Ana Adoue en el canal de Youtube de Ciudad Yoga.
Y una muestra de mis días fáciles actuales se ve así:
  • Calentamiento: igual que el día difícil 
  • Corrí 50 minutos así: 40 minutos tranqui + 5 pasadas de 20 segundos con un minuto de recuperación entre pasada y pasada. O sea, corrí rápido 20 segundos, troté 1 minuto, corrí rápido 20 segundos, y así cinco veces + 5 minutos tranqui
  • Fortalecimiento:  los días fáciles de estas dos semanas estuve haciendo las planchas en las que aguantás 40 segundos y la rutina Myrtl
  • Flexibilidad: igual que los días difíciles.
Por favor, no tomes esto como un ejemplo a seguir. Es solo una muestra de lo que estuve haciendo estas dos semanas. Quizás vos necesites otra cosa.

BONUS

Si te fumaste todo este post, te merecés algo extra, así que acá va: porque tengo ganas de aprender cosas nuevas (y porque parto de la idea de que probablemente todos los problemas y preguntas que tengo ya los debe haber tenido alguien antes y debe haber encontrado una solución) paso bastantes horas por semana buscando respuestas. En ese proceso, a partir de un comentario al pie de la entrevista a Daniel Veggetti, di con el blog Semana 52, de Martín Casanova. Si vas a la página de inicio de ese blog, puede que te desconcierte porque hoy el flaco corre ultra maratones en la montaña. Pero si empezás desde el principio verás (con fotos de panza incluidas) que en agosto de 2010 la situación era muuuuuuuy distinta. Martín fue posteando su lenta evolución y sus progresos. Si estás buscando inspiración, quizás te pueda servir. Yo empecé a leerlo desde el primer post y voy avanzando desde ahí. Agregué un link a Semana 52 en la sección "Blogs y páginas que sigo", a la que accedés desde la página de inicio. Ahí también tenés vínculos a otros blogs que me parecieron interesantes.

No dejes de comentar acá abajo si tenés algo para decir. Hasta la semana que viene.

sábado, 16 de abril de 2016

Entrevista. Daniel Veggetti, kinesiólogo y entrenador profesional

¿Es bueno estirarse antes de correr? Me duelen los tobillos, pero puedo correr igual, ¿tengo que preocuparme? ¿Cómo me doy cuenta si tengo un buen estado físico? A medida que avanzo en esto de correr, surgen un montón de preguntas. La cantidad de info que hay dando vueltas por internet me marea y encuentro consejos contradictorios. ¿Cómo hago para saber si voy por el camino correcto o si estoy a punto de lesionarme?

Lic. Daniel Veggetti, kinesiólogo y entrenador.
Para responder estas (y muchas otras) preguntas decidí consultar a alguien que sabe. El licenciado Daniel Veggetti es kinesiólogo, profesor nacional de educación física y entrenador profesional certificado con nivel 2 por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF). Él respondió todas mis consultas e incluso se ofreció a contestar dudas adicionales que pudieran surgir en el futuro. Te pido que tengas paciencia con la calidad del audio, que podría ser mejor. Mientras te movés por la ciudad, cuando salís a correr, o cuando estés limpiando la casa, podés escuchar la entrevista completa acá:



También podés leer este artículo sobre cómo prevenir las lesiones, escrito por Daniel para el periódico Olé.

Si te interesó la entrevista, si te gustaría saber más o tenés alguna crítica, me encantaría leerte. Dejá tu comentario acá abajo. Muchas gracias.

domingo, 10 de abril de 2016

Entrenamiento. Semanas de fortalecimiento 3 y 4


Nocturna Bs As 2015. Empezó de día...
El otoño avanza sobre la ciudad y mi entrenamiento también. Si bien todavía no hace frío, las mañanas ya son oscuras. De hecho, esta semana salí por primera vez con una linterna de esas que se ponen en la cabeza como una vincha. Me la habían dado el año pasado cuando con los amigos de Guadaña Running Team corrimos los 8 km. de la Nocturna Buenos Aires. En ese momento sirvió para iluminar los sectores más oscuros del recorrido. Esta semana el aparato cumplió otra vez su función y fue una gran ayuda en los sectores de la Avenida Guzmán donde la iluminación es mala y abundan las raíces de los árboles semiocultas en las veredas. Fue precisamente en ese circuito donde pocos meses después de empezar a correr me caí y me golpeé fuerte una rodilla. A más de dos años de aquel episodio, si tengo que elegir entre verme medio ridículo con un foquito en la cabeza o arriesgarme a una nueva caída, no lo dudo: foquito y rodillas sanas valen más.

... y terminó de noche
Hoy terminé el primer mes de entrenamiento con el programa de fortalecimiento de Jay Johnson. El plan está organizado en bloques de dos semanas. Respecto del primer segmento, en este segundo se agregaron unos ejercicios de piernas. Además, en la rutina Pedestal (en la que trabajás todo el tronco y los glúteos) hay que quedarse más tiempo en cada posición. En suma (y como era de esperar en un plan de entrenamiento progresivo), el trabajo se vuelve un poquito más exigente. De todas maneras, se trata de una progresión lenta. Es algo realizable. No me meto en los detalles para no aburrir. Si tenés curiosidad por estos ejercicios, en los links de este post podés acceder gratis al programa completo. También podés dejar tus dudas acá abajo como comentario.

Respecto de las salidas a correr, en estas dos semanas incorporé otra rutina de Jay Johnson: la primera parte del entrenamiento en circuitos. Consiste en lo siguiente: en vez de correr y correr y correr (cosa monótona y aburrida que me pesa y me desmotiva) acá lo que hacés es correr un poco (300 metros), luego parás y hacés cuatro ejericios. Al terminar, volvés a correr otros 300 metros y después hacés otros cuatro ejercicios distintos. Y así, cuatro veces. Me gustó por dos motivos: por un lado, la actividad se vuelve más atractiva, menos monótona. Te obliga a prestar atención, a estar atento a cuál es el próximo ejercicio. En mi caso, que tengo una fuerte tendencia a la paja y la inactividad, el hecho de que la rutina sea variada y dinámica me ayuda a mantener la motivación. Por otro lado, la secuencia me resultó exigente. Terminé cansado y al día siguiente sentía que la salida a correr había valido la pena.

Mañana empiezo la tercera etapa del programa de fortalecimiento. En los días difíciles deberé remplazar una parte de la rutina que venía haciendo por otra llamada Cannonball. En dos semanas les cuento cómo me fue.

sábado, 2 de abril de 2016

Correr en otoño

Salir a correr a la mañana es... ¡un embole! En esta época (marzo y abril), se nota que los días son más cortos. Cuando suena el despertador todavía está oscuro y me cuesta más empezar a moverme. Para vencer la resistencia a abandonar la cama, he desarrollado una estrategia que consiste en dejar lista, la noche anterior, la ropa que voy a usar para correr. Antes de ir a dormir, me fijo cómo estará el tiempo en la mañana y repaso mentalmente qué me indica la rutina de ejercicios para el día siguiente.

Así se ve mi lugar de entrenamiento cuando empiezo...
Si cumplo con eso (no siempre lo hago), a la mañana me resulta mucho más difícil encontrar excusas para no moverme. Cuando, somnoliento y de mal humor, abro un ojo veo la ropa lista. No tengo que empezar a pensar qué ponerme.  Al haber mirado el pronóstico y repasado el entrenamiento la noche anterior, tengo una idea de cómo está el día afuera y sé cuál es la rutina que me espera. Solo queda levantarse y ponerse en acción. Cuesta, pero mucho menos que si tuviera que organizarme desde cero.

Otra cosa que me sirve es hacer el calentamiento fuera de casa. Al comienzo lo hacía adentro: unas rotaciones de hombros y de cintura, unas sentadillas y un par de ejercicios más para avisarle al cuerpo que es hora de ponerse en marcha. Sin embargo, a veces me distraía con otras cosas: me ponía a darles de comer a las mascotas, o preparar el almuerzo para llevar al trabajo, o a chequear el email.
Ahora, en cambio, me visto y salgo directamente a la calle. Cuando el aire fresco me da en la cara empiezo realmente a despertarme.

No importa si es un día de entrenamiento duro o si es liviano. No interesa si me toca hacer un trote tranqui de recuperación o una sesión de entrenamiento fuerte. Antes de comenzar con la rutina del día, hago la matriz de zancadas y los balanceos de piernas de Jay Johnson. Luego del entrenamiento específico, es el momento de los ejercicios del programa de fortalecimiento y después los estiramientos.

... y así está el mismo sitio cuando termino.
Todo el ciclo me lleva alrededor de una hora. Tras haber terminado, me ducho y salgo para el trabajo. A pesar de quedar algo (¡o muy!) cansado, los días que entreno siento que tengo más energía que los que no. Y trato de recordar eso dos días después, cuando suena el despertador y, desde la cama, veo la ropa de correr lista para una nueva sesión de entrenamiento.



domingo, 27 de marzo de 2016

Entrenamiento. Semanas de fortalecimiento 1 y 2

Hoy terminé las primeras dos semanas del programa de fortalecimiento de Jay Johnson. ¡Qué envidia me da Sara Vaughn en los videos explicativos! Cuando la vi mostrar estos ejercicios me parecieron una pavada. Sin embargo, al empezar a hacerlos yo... ouch! ¡Cómo cuestan! En algunos casos, como con las planchas, me la pasé temblando como un flan y al día siguiente sentía partes de mi cuerpo cuya existencia era hasta ese momento desconocida.

De todas maneras, logré terminar este primer ciclo sin sentir que estaba a punto de quebrarme. Es decir, resultaron ejercicios exigentes, pero realistas. Y los movimientos del último día de la segunda semana me resultaron más fáciles que los del primer día de la semana 1. No es un programa que me convertirá en un superhéroe, pero seguramente luego de estas 8 semanas estaré más fuerte que al principio y podré arrancar con el entrenamiento para el maratón de octubre.

Mañana entro en la segunda etapa, que abarca las semanas 3 y 4 del programa. Algunos ejercicios no cambian, otros duran más (oh, no, ¡las planchas!) y se agregan algunos nuevos. Suena como un desafío intenso, pero no desproporcionado. Así que voy a seguir adelante. Entre las cosas que me motivan está el hecho de que muchas fuentes insisten en que cuando uno pasó los 40, si querés hacer ejercicio de manera regular y no lesionarte, tenés que cuidarte. No me interesa (y tampoco puedo) correr a toda velocidad. Mis prioridades son poder hacer ejercicio de manera regular durante toda la vida. Nada más... ¡y nada menos!

Así que el espíritu de invencible quedará en el sillón de jugar a la Play, al lado del ego. Después de todo, estoy a años luz de los ágiles corredores de Carrozas de fuego y muy (pero muy) cerca del Señor Increíble, el protagonista gordo de Los Increíbles. Semanas 3 y 4, allá vamos.


lunes, 21 de marzo de 2016

Entrenamiento

Tras  una semana de descanso luego de participar en la Black Rock Ultra Trail, empecé un plan de fortalecimiento de dos meses. El objetivo es fortalecerme para poder, después, empezar a entrenar para correr mi primer maratón.

Estoy saliendo a correr muy tranquilo cuatro veces por semana. Antes de empezar, hago la matriz de zancadas y los balanceos de piernas (encontrarás los detalles sobre estos balanceos a partir del minuto 5:10 en este video).


Al volver, hago el plan de 8 semanas de Jay Johnson. En este momento estoy en la semana 2. La secuencia me gusta por varios motivos: en primer lugar, no promete convertirte en un superhéroe de manera instantánea, sino que es progresiva. Es decir, busca fortalecerte de manera gradual. En segundo lugar, porque para llevarlo a cabo no se necesita ir a un gimnasio, ni comprar nada. No hace falta más que voluntad. Sí, ya sé, no es fácil juntar las ganas, pero, ey, vamos, media pila. Sos solo vos, en tu casa, con tu culo gordo y tu panza. Sin gastos, sin gente que te mire, sin glamour y sin distracciones.


Una cosa que me llamó la atención es que Jay recomienda hacer los ejercicios inmediatamente después de ir a correr. En mi ignorancia, yo hubiera separado las salidas a correr de las sesiones de ejercicio. Estaba equivocado. Es más, el entrenador organiza los días en fáciles y difíciles (más sobre este tema en un futuro post), de modo que los días en los que uno corre más, también sean aquellos en los que debe hacer la parte más exigente de los ejercicios de fortalecimiento.

lunes, 14 de marzo de 2016

Crónica de carrera: El Durazno 2016


De cómo elegí El Durazno: ganas de más y mejor

Octubre de 2015
Luego de correr por primera vez fuera de la ciudad a principios de 2015, me decidí a participar en una segunda competición en este tipo de circuitos no urbanos. Aquella primera carrera, de 10 km. en las sierras de Tandil, tuvo lugar un día de muchísimo calor y con gran cantidad de participantes. Si bien la experiencia había sido muy buena, para esta nueva etapa quise buscar una fecha con temperaturas no tan extremas, una distancia mayor y un circuito menos concurrido.
Después de investigar un poco, encontré una carrera que parecía interesante: la Black Rock Ultra Trail, que se correría en la zona de El Durazno, cerca de la localidad de Villa Yacanto, en la Provincia de Córdoba, Argentina. Se podía participar en 4 distancias: 5, 12, 18 y 28 kilómetros. En comparación con nuestra carrera anterior, esta parecía menos concurrida y el hecho de que hubiera cuatro recorridos para elegir nos daba mucha libertad. No era una carrera para expertos corredores de cientos de kilómetros, sino algo que parecía más a nuestro nivel. Así fue que mi pareja y yo nos inscribimos. Lo que sigue es la crónica de ese viaje.

El entrenamiento: soy un boludo

Noviembre de 2015
Nunca me gustaron los deportes y no tengo un buen estado físico. Por eso, decidí entrenar durante dieciséis semanas, como para llegar a la carrera en buenas condiciones. No quería llegar mal preparado al día de la largada. Esta idea inicial era buena, pero en el camino surgieron algunos obstáculos. Poco después de empezar a prepararme, haciendo ejercicios en casa me rompí los meniscos de la rodilla derecha. La lesión me obligó a cambiar algunos de los ejercicios de fortalecimiento que estaba haciendo (flexionar al límite la pierna derecha, como por ejemplo cuando estoy sentado con las piernas cruzadas, se convirtió en un problema), pero correr no me producía dolor ni molestias. Luego de tomar una radiografía y hacer una resonancia magnética, la indicación médica fue que, mientras no doliera, podía seguir adelante.

Cometí un error al elegir el plan de entrenamiento: opté por un programa diseñado para mejorar los tiempos en media maratón. Mi razonamiento al elegir este plan había sido el siguiente: ya había corrido dos medias maratones y conocía el tiempo que tardaba en recorrer esa distancia; la carrera de montaña era de una distancia un poco menor (18 km. en vez de los 21 km. de la media maratón). Si elegía un plan de entrenamiento más exigente que el que había usado en las dos medias maratones y lo cumplía con éxito, lograría desarrollar un mejor estado físico, y, por lo tanto, estaría bien preparado para enfrentar la distancia que, después de todo, era de solo 18 km. ¿No es cierto?

16 de febrero de 2016
No, no era cierto. La lección llegó de manera violenta: cuando faltaban tres semanas para la carrera, una mañana amanecí con las piernas duras, totalmente rígidas. Dos días antes, confiado en lo que yo creía que era un gran estado físico logrado con tres meses de entrenamiento, había decidido remplazar la última corrida larga de 21 km. en el llano (los que saben, a esas corridas largas les dicen “fondo”) con 15 km. de trote en pendiente, que incluían unos modestos 6 km. en la montaña. Quedé arruinado por una semana. Apenas podía caminar. Las escaleras se convirtieron en obstáculos insalvables. Cuando se lo conté a un amigo que corre de verdad, fue contundente: obvio, boludo, ¡no hiciste una sola cuesta en todo el entrenamiento! Así aprendí que si uno va a correr una carrera en la montaña, tiene que entrenar... ¡para correr en montaña! Ahora me parece obvio, pero en su momento no. Y era demasiado tarde como para introducir cambios significativos.

Camino a El Durazno: asientos de lujo y milanesas de goma

3 y 4 de marzo de 2016.
Tres días antes de la carrera viajamos hacia Córdoba. A El Durazno se llega por ruta. No hay estaciones de tren ni aeropuertos cerca. Salimos desde Retiro en un viaje nocturno a bordo de un bus con servicio suite, de una empresa elegida al azar entre las varias que realizan el recorrido hasta Santa Rosa de Calamuchita, lugar de trasbordo hacia El Durazno.
El viaje desde Buenos Aires fue muy placentero. Un par de horas después de partir se anunció por los parlantes que en unos instantes se serviría la cena, momento durante el cual no sería posible usar el baño. Mi novia y yo estábamos en el piso superior. Mientras el auxiliar de a bordo empezaba con el servicio de cena, mi pareja bajó al baño. Cuando volvió, el auxiliar le puso los puntos. Yo soy bueno y no tengo problema, dijo, pero mientras se sirve la comida no se puede usar el baño. No hay que molestar a la gente que viaja abajo. Yo soy bueno, repitió, pero otros auxiliares te van a reputear si lo hacés. Perdón, perdón, dijo ella mientras se sentaba de nuevo en su asiento y el hombre encastraba una gran bandeja plástica en dos agujeros ubicados a cada lado de su asiento. Sobre la estructura, que impedía que los maleducados fueran al baño cuando estaba prohibido (yo soy bueno), el muchacho apoyó una bandeja más chiquita con la cena. Ahora sí, no había escapatoria. Sólo quedaba comer.
Dos cucharadas de arroz blanco frío hervido acompañado por media docena de arvejas y unas trazas de zanahoria rallada, una lámina gomosa e irrompible cubierta con pan rallado (quizás hubiera sido útil para corredores que necesitaran un cambio de suelas); de postre, una feta finiiiiiiiiiiiiita de pionono con dulce de leche con una bolita roja de gelatina en el medio. Acompañamos la comida con un poco de agua. También había gaseosas azucaradas de una primera marca. Mientras llenaba los vasos, el bueno nos hizo saber que solo tenía tres días libres por mes. Buen provecho. Para finalizar nos ofreció café, whisky y licor -de no tan primeras marcas- que se llevaban muy mal con su camisa blanca.

Desayuno en la terminal de Villa Yacanto
Los asientos, reclinables casi 180 grados, incluían manta y almohada. Dormimos toda la noche. Por la mañana, el bueno de la camisa casi blanca sirvió el desayuno: café instantáneo y un alfajor guaymallén. El edulcorante te lo debo. Casi a las ocho llegamos a Santa Rosa de Calamuchita. Tras bajar, tomamos un segundo desayuno en el bar de la terminal: café con leche, caseritos, una manzana y yogur. Un rato después estábamos subiendo a un minibús con el que cubrimos el trayecto de 50 minutos hasta Villa Yacanto. El último tramo del viaje, desde Yacanto hasta El Durazno, fue en taxi. Llegamos a la posada. Antes de despedirse, el taxista nos dio su tarjeta: acá no hay señal de celular, así que si me necesitan pidan prestado el teléfono del restaurante.

El lugar: reconocimiento y preparativos

5 de marzo de 2016.
El día previo a la carrera lo usamos para recorrer el lugar. Por la tarde, cada uno por su lado, Anna y yo salimos a trotar alrededor del poblado. Así descubrimos que el circuito estaba identificado con marcas rojas, bien visibles. Nos encontramos media hora después en el único camino de acceso. Ese mismo día empezaron a llegar los participantes.


La largada sería en dos grupos: un primer turno para quienes participaban en las distancias de 28 km. y 18 km, y un segundo para los de 12 km. y 5 km.
El recorrido, bien marcado

6 de marzo
El día de la carrera, bien temprano, nos acercamos al complejo Kalahuasi. Allí, en una especie de gran quincho a orillas del río Durazno, estaba montada la mesa de acreditaciones. Los organizadores nos entregaron una bolsa con una remera (habíamos elegido el talle al inscribirnos por internet), el número de participante con cuatro ganchitos para colocarlo, un envase de 200 cm3 de jugo de naranja, un paquete con frutos secos (almendras, maníes y pasas de uva), una pulsera de papel para identificar a los participantes dentro del predio y un volante con el calendario de carreras del año. Me gustó que no hubiera comida chatarra, como suele ocurrir en muchas de las carreras que se realizan en la ciudad de Buenos Aires.
Como aún faltaban casi tres horas para la largada, volvimos a la posada para desayunar. Lo malo de correr fuera de nuestra ciudad es que a veces uno no puede alimentarse exactamente como quisiera. Lo bueno es que quizás esa comida no deseada resulta riquísima: pan casero con manteca y dulce de leche, mate, queso duro y una banana fue nuestro desayuno. Mi equipo: calzas cortas, medias hasta la rodilla, mochila cargada con casi dos litros de agua, almendras y un poco de pan.

La largada: incertidumbre y promesa de choripán

Antes de la largada, la organizadora Tania Díaz Slater dio un informe técnico con información sumamente útil. Mientras algunos se quedaban charlando en el quincho, muchos se juntaron alrededor de la oradora, quien dio detalles como la ubicación de los puestos de hidratación, las características del terreno, los sitios donde se ubicaban los banderilleros, etc. Esto se hizo para cada uno de los circuitos (5, 12, 18 y 28 km.). En esa charla inicial, Díaz Slater enfatizó la importancia de no tirar basura a lo largo del recorrido. En otras carreras de este tipo este pedido no se hace, pues se asume que la gente no va a acatarlo.

Había decidido tomar el esfuerzo con calma. Nunca había corrido 18 kilómetros en montaña y no estaba seguro de cómo reaccionaría mi cuerpo en un circuito que la organizadora calificó como “exigente”. El objetivo que me puse fue terminar la carrera en buena forma, sin pensar en lograr un tiempo específico. No iba a controlar la velocidad. Sólo programé una alarma cada 15 minutos para recordarme que debía beber un poco de líquido. Los dos litros que llevaba en la espalda eran más que suficiente, aún teniendo en cuenta que hacía bastante calor. En mi cabeza quedaron rebotando las palabras de la organizadora: “la recomendación en este tipo de circuitos es ir de menos a más; no se entusiasmen demasiado al comienzo; guarden sus energías para el final”. Con esa mentalidad me acomodé en el pelotón de largada.

La salida de El Durazno
Arranqué último. A unos quinientos metros de la línea de partida, mientras entrábamos en una primera subida leve que nos llevaría hacia la salida del pueblo, una señora gritaba frenética: ¡suerte, chicos, vamos! ¡Vamos que los espero a la vuelta! ¡Vendo choripanes y cerveza! No sé si fue el calor o los nervios o qué, pero la imagen de un choripán y una cerveza me dio ganas de vomitar.

La carrera: tirá para arriba

Los primeros siete kilómetros fueron bravos. Subidas largas y empinadas, a veces en forma de zeta, otras simples e interminables rectas. Aproveché los breves tramos horizontales o en bajada para recuperar el aire y tratar de bajar las pulsaciones. Al llegar al kilómetro 6 empecé a oír a algunos que se preguntaban dónde estaba el anunciado puesto de hidratación del kilómetro 6,5. Con el terreno empinado y con curvas, la distancia visual no era mucha. El puesto podría estar tras la próxima curva... o no. Tras pasar el punto donde supuestamente estaba el puesto sin novedad, yo también empecé a preguntarme qué estaba pasando. La cuestas seguían siendo marcadas y hacía calor. ¿Cuánto más habría que andar hasta la primera pausa?
Km 7: Nada por aquí, nada por allá. ¿Dónde está el puesto?
-Ves, eso nos faltó, dijo una chica pocos metros detrás de mí cuando me detuve unos segundos para tomar una foto. ¿Qué?, dijo una segunda voz, haciendo un esfuerzo para hablar. Eso nos faltó, repitió molesta y en voz baja la chica, como tratando de que nadie la oyera. ¿Qué cosa?, dijo el hombre en un hilo de voz, no tanto para ser discreto sino porque a esa altura de la subida no tenía aire como para ponerse a charlar con nadie. La camarita, dijo ella. Así podríamos parar un poco. El hombre no contestó. Unos minutos después dijo, más para sí mismo que para la mujer: vamos, vamos que estamos casi en la mitad. De hecho aún quedaban más de dos tercios del recorrido por delante. Pensé en alertar al hombre de su error, pero después descarté la idea. Ya descubriría por sí mismo que todavía estaba lejos de la meta. Pocos minutos más adelante, al costado del camino apareció una mesita. Habíamos andado más de 7 kilómetros. Detrás de la mesa, dos chicos con muy buena onda repartían agua y bebidas deportivas frescas. Había también trozos de bananas y naranjas en cuartos. Llegar a ese puesto fue un alivio. Estaba cansado y, por las caras que veían alrededor de la mesa, no era el único.

Una refrescada en el camino.
 Foto: Pablo Hernán Tolmasky
Algo más adelante, un arroyo atravesaba el circuito y obligaba a avanzar con el agua hasta las rodillas. Inseguro, me detuve en la orilla. En medio del río, una mujer bajita avanzaba despacio, zapatillas en mano. A mi lado un hombre empezaba a quitarse el calzado. El agua, transparente, dejaba ver las filosas piedras del lecho. Ni en pedo, pensé. Prefiero mojarme antes que terminar con un pie cortado. Entré en el agua. Estaba bastante fría (el agua que llevaba en la espalda, en cambio, se había ido entibiando con el calor de mi cuerpo y el sol), así que aproveché para beber un poco y mojarme la cabeza. Si bien no era sofocante, a esa altura del recorrido (estábamos aproximadamente en el kilómetro 15), el calor se hacía sentir; el cansancio también.


Km 16. ¡Almendritas!
Hubo algo en el cruce de ese arroyo que me hizo sentir muy bien. Quizás era la sensación de aventura, quizás el agua fresca bajando desde mi cabeza, o tal vez simplemente fuera que las endorfinas habían entrado en acción. Sea lo que fuere, la llegada al puesto del kilómetro 16 me encontró de muy buen humor. Cuando creía que las cosas no podrían estar mejor, vi que el puesto, además de ofrecer bebidas y frutas frescas, tenía frutos secos salados, pasas de uva y galletas. ¡Excelente! El lugar marcaba también la bifurcación del camino: hacia la derecha debían seguir quienes se aventuraban a los 28 kilómetros. A la izquierda iríamos los que participábamos en el circuito de 18.

 

Llegada: medalla, foto y papas fritas

Tras una nueva subida, la mayor parte del trayecto restante fue en leve pendiente descendente. Atrás quedaron los últimos voluntarios (que recorrían el circuito verificando que no hubiera participantes en problemas) y la pareja de bomberos apostada en la última bifurcación del camino. De pronto apareció un corredor, jadeando, que al ver a los bomberos les preguntó si ya habían cruzado por allí muchos corredores del circuito de 28 km. Los bomberos no tenían ni idea (¿por qué habrían de tenerla?). El tipo, estresado, desapareció tan rápido como había llegado.
Poco después surgieron los gritos de aliento y la música. Estábamos por llegar al final. A lo largo de los últimos doscientos metros, quienes ya habían terminado daban ánimo a los que todavía estábamos en carrera. Al cruzar la meta, mientras alguien me colgaba una medalla en el cuello, un locutor anunciaba mi nombre y se disculpaba por no poder pronunciar el apellido. La historia de mi vida, pensé. Un chico me indicó dónde había un nuevo puesto con comida y bebida. Entre anuncio y anuncio de quienes iban llegando, la voz repetía el pedido hecho al inicio para que la gente no tirara basura al piso. Ahí me di cuenta de que, a diferencia de lo que había ocurrido el año anterior en Tandil, en esta carrera la cantidad de desperdicios que encontré fue mínima (dos botellas y dos envases de gel). Me quedé con la sensación de que si la organización destaca la importancia de no ensuciar el paisaje, los participantes se hacen cargo, guardan la basura (envases usados de gel, envoltorios de caramelos, etc.) en sus bolsillos y llevan las botellas vacías en sus manos hasta el siguiente puesto.

No te preocupes por el apellido; está todo bien.
Foto: Luciana Doeyo Fotografía
Terminé cansado, pero entero y muy feliz. No tenía energía como para quedarme a ver la entrega de premios. Tras correr sus 5 km., Anna había llegado mucho antes que yo. Ya bañada y cambiada, estaba tomando sol en la playa. Tras el reencuentro, charlamos sobre cómo le había ida a cada uno. Luego ducha, juntar nuestras cosas y empezar la vuelta a casa. Nos fuimos de El Durazno en la caja de una camioneta que nos levantó mientras hacíamos dedo para salir del pueblo. Nunca vimos a la señora que ofrecía la cerveza con chori que casi me hace vomitar en la largada. Al llegar a Villa Yacanto, mientras esperábamos el primer bus, compartimos un lomito completo (sándwich de carne, lechuga, tomate, jamón y queso, en pan francés) acompañado por papas fritas y una pilsen Córdoba. Fue una manera fabulosa de cerrar el fin de semana. El Durazno nos dejó muy contentos, y con ganas de volver.


Info complementaria


Los resultados y una gran cantidad de fotos sobre este evento están disponibles en https://www.facebook.com/blackrocknighttrail/photos_stream. La carrera forma parte de una serie llamada BlackRock Trail Series, que incluye competencias como la Champa Ultra Trail (que se realiza en el Cerro Champaquí el 30/04/16) y la Night Trail (programada para el 10/12/2016 en Villa Yacanto de Calamuchita). La empresa organizadora es Mountain Race Logística.


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